Liderazgo de frecuencias bajas
Empiezo con este post lo que espero que sea una serie de artículos sobre liderazgo e innovación inspirados en la música. Con este primer post quiero exponer algunas cualidades que debe tener un líder inspirándome en el papel de las notas más graves de la escala musical y de los instrumentos que las interpretan.
Muchas de las canciones de Michael Jackson empiezan con el bajo al que después se van añadiendo el resto de instrumentos y voces. Quizá un ejemplo muy conocido es Billie Jean.
Es un ejemplo que permite ilustrar el papel del bajo en la música. Se trata de un instrumento (o una parte de la partitura) con muy poco protagonismo. En el caso de Billie Jean el protagonismo del bajo dura los pocos compases iniciales en los que el bajo toca solo acompañado por la percusión, apenas unos pocos segundos. En cuanto se van incorporando el resto de instrumentos y voces su protagonismo desaparece (aunque el bajo sigue ahí) y el instrumento pasa, no digo ya a un segundo plano, sino al último plano del conjunto de instrumentos. No es protagonista. Entonces, ¿esos segundos iniciales de protagonismo son para satisfacer el escaso ego que deben de tener estos músicos?
En absoluto. El bajo tiene un papel discreto, está claro. Pero es quien lidera el conjunto porque marca el ritmo y la tonalidad, no solo en los primeros compases, sino durante toda la pieza. Aunque su actividad ya no sea tan evidente como en los primeros compases, su presencia machacona se encarga de recordar al resto de los músicos constantemente cuáles son las directrices básicas que deben seguir. Recuerdo, en mi infancia, que cuando cantaba en la escolanía el director solía decirnos que la cuerda de bajos era importante para que el coro no desafinara: si se mantenía en el tono, el coro también lo haría, pero si desafinaba, el resto de cuerdas iríamos detrás.
Por supuesto, el bajista tiene la habilidad técnica suficiente como para llevar el protagonismo de la pieza, como se ve en el siguiente vídeo. Pero sabe que ese no es su papel y que las limitaciones de su instrumento y tesitura restarían brillo a la interpretación. Acepta esas limitaciones y cede ese protagonismo para conseguir un equipo bien conjuntado y rico en matices donde cada instrumento aporta lo mejor.
Esto no quiere decir que haya que ir a piñón fijo: misma intensidad, mismo ritmo y misma tonalidad durante toda la composición. Para eso existe la dinámica (cambios en la intensidad del sonido), la agógica (cambios en el tempo) o las modulaciones tonales. En todos ellos, pero sobre todo en el último, el papel del bajo es fundamental.
Un caso extremo de este liderazgo marcado por el bajo se daba en la música barroca. En aquella época era frecuente que se compusiera solo el bajo de una pieza, dejando al intérprete la libertad de rellenarlo con acordes o contrapuntos. Es lo que se conoce como bajo continuo y bajo cifrado. Este tipo de composición demuestra la importancia que tiene el bajo en la construcción musical, a pesar de que muchas veces pueda pasar desapercibido para unos oidos no especialmente entrenados. Eso ahora mismo es impensable pero esta técnica me sugiere la tremenda confianza que debía tener el compositor en los intérpretes para marcarles solo una parte de la composición y dejarles libres para que la completaran.
Por último, en ocasiones tienen necesidades de protagonismo y se tienen que juntar con otros líderes para hacer alguna «frivolité». Esto es lo que parecen hacer Stanley Clark, Marcus Miller y Victor Wooten, tres bajistas extraordinarios que se reunieron hace poco para hacer una gira y grabar un disco en el que incluyen esta pieza que inspira el título del post: «maestros de las frecuencias bajas«:
Estas características del bajo me facilitan explicar algunas cualidades que debe tener un líder
- Tener claro dónde hay que llegar y cómo: puede ser ritmo y tonalidad u objetivos y procedimientos
- Saber comunicar (con éxito) al equipo las directrices
- Acompañar permanentemente al equipo creando, manteniendo y haciendo reconocible el marco general en que debe desenvolverse su labor
- Liderar el cambio de rumbo cuando sea necesario (y para eso hay que escuchar, pero eso lo veremos en otro post)
- Ser conscientes de que la formación musical / equipo no busca en el bajo/líder un sonido brillante propio de un solista sino una base sobre la que construir una pieza/un futuro.
- No buscar un protagonismo que no aporta valor al grupo: adoptar una posición humilde que permita a los demás expresarse
- Ser consciente de que solo con la aportación de lo mejor de cada instrumento (y de todos los instrumentos) se conseguirá un sonido rico y armónico.
- Confiar en sus colaboradores, a los que deja una cierta libertad para aplicar sus propios criterios, siempre que no desentone del bajo cifrado, es decir, de las orientaciones de la Dirección.
¡otra!, ¡otra!. 🙂
ok, ya que insistís: Marcus Miller y unos amigos acompañando a la voz de Michael Jackson
Pues me vas a permitir que te pinche el globo ;-). Con cariño, eh?
Quien empieza, al menos en la primera pieza de M.Jackson, y en muchas más ocasiones, no es el bajo, sino la percusión. Y seguramente la razón musical es menos romántica pero más efectiva: arranca el «metrónomo» que marca el ritmo a los demás y lo mantiene o acelera. Ahora te dejo que busques las similitudes con el liderazgo organizacional. A mí lo primero que me viene a la cabeza son dos imágenes de liderazgo no muy enriquecedoras: el fustigador con el látigo en el antiguo Egipto, marcando el ritmo de los acarreadores de material de construcción de las pirámides, o la traslación vasco-cántabra, el imonel arredrando a sus remeros en la trainera. ¿Se te ocurre algun paralelismo menos trivial?
Claro, si me cambias el instrumento salen otras cosas 🙂 lo curioso de la percusión es que siendo más limitada que el bajo (solo marca ritmo y apenas entra en la armonia) en algunos estilos musicales tiene una mayor presencia que el bajo. Prometo un post con la percusión. De todas formas, ¿te encaja eso del líder discreto?
No es lo habitual. Más que discreto como un bajo, el lider habitual en nuestras organizaciones ha sido más un violín concertino, un piano cantando la melodía principal, o peor, un director presuntuoso, picajoso y autoritario. Pero esto creo que está cambiando…
A mi el bajo me recuerda más a esos líderes ocultos o esas personas que hay dentro de una organización que no brillan, como los líderes, pero que son decisivas para mantener funcionando el equipo. Solo los buenos líderes son capaces de reconocer a estos «bajos» y su trabajo en la sombra.
Buen artículo, el bajo al unir ritmo y armonía termina tomando la dirección de las piezas en las que se desempeña, una pieza se puede reconocer por el bajo, un equipo, una organización también se puede reconocer por su líder, saludos
Aupa Roberto, andábamos buscando un tuit para retuitearte y corresponderte por tu amable interés con el Gaur egun, ya que nos sentimos agradecidos. Lo más señalado que te hemos leído, aunque sin desenrollar todo el perfil, es el encuentro con la chica del teléfono y el pincho de chistorra, que sí es emocionante 😉 (¡quién sabe si no lo será más!), pero se sale de la línea editorial, así que hemos venido a tus blogs para ver en qué andas. Muy pulcro y aquilatado en tu Músico… y ahora aquí también con el sello de la casa mploco, todo dedicación. Sin embargo, nos duele el corazón, y ya se nos pasará, leyendo: «Saber comunicar (con éxito) al equipo las directrices». Si hay directrices, ¿no sería que hay un director, o directora, en lugar de un/una líder? Si la comunicación es vertical, de una persona a las demás, surge de nuevo la pregunta anterior, ya que no hay equipo. Aunque la etimología de equipo no tiene nada que ver con «equi», =»igual», hoy día se entiende cada vez más que equipo es una unión de personas en cierta igualdad y libertad para proponer a los demás y ser escuchados. Respecto a «comunicar con éxito», y dado el mundo en el que vivimos, es imprescindible aquilatar, ya que se puede comunicar con éxito las directrices y obtener la respuesta de realización, pero se puede haber comunicado por el canal inadecuado, ética y laboralmente. Ejemplo: jefes que transmiten órdenes a subordinados o a proveedores a través de terceras personas, incluso ajenas a la empresa, entidad, organización, etc.; han existido y existen, y son personas de confianza o de amistad externa del jefe, a quienes este confía interioridades del trabajo; estos favorecidos con confidencias dedican después directas o indirectas a otros, enviados por el jefe o influidos por él. Esto es aún más negativo en los casos en los que empleados o proveedores están convencidos de que se encuentran trabajando «en equipo». En resumen: comunicar con éxito significaría hacerlo por el canal adecuado. En toda una frase, «Saber comunicar (con éxito) al equipo las directrices», se significa que en realidad el tema no es liderazgo ni equipo reales, sino en el contexto de una expresión a la moda y políticamente correcta. ¿Sería preferible plantear el trabajo según un organigrama, una escala de poder o autoridad, sea más o menos plano o con más o menos relieve, pero cadena de mando, en definitiva, pero donde la función de dirección se respetan los derechos laborales de las personas, se respeta su integridad física y moral, se les dan equis opciones de recorrer el organigrama o no se les da ninguna (por ejemplo, porque se trata de empresa familiar pequeña), etc.? ¿No sería preferible ahondar en cada cultura por su nombre para que quien opte por la cultura jerárquica pueda hacerlo con una formación jurídica, ética, de administración y laboral?
Bueno, bueno, gracias por vuestra visita y por el comentario. Ya veis que el blog va de dudas gratis, así que aportaciones como esta (y las anteriores) me ayudan a aclararme un poco las dudas y a profundizar en algunas cuestiones. Por cierto, la historia de la chistorra no fue más allá, je, je. Me parece muy interesante la reflexión sobre las «directrices». Claro, en una organización más o menos estándar sigue habiendo de esto. Y sospecho que las únicas que se pueden librar son las cooperativas, donde supongo que muchas decisiones se toman de forma asamblearia. Pero en las organizaciones con patrón, ya sabes cuál es el papel de los marineros. De todas formas me resulta más fácil explicar mi visión con los ejemplos de la música y no tanto con las palabras. En los ejemplos el líder (bajo) crea un marco general lo más amplio posible (solo tonalidad y ritmo) y dentro de ese marco se pueden mover los instrumentos. Ojo, no se mueven libremente, se mueven siguiendo unas normas musicales y tienen que mirarse los unos a los otros para llevar cierta coordinación y no salirse del marco. Eso si, en este caso el marco lo decide el bajo, es decir, el líder (en realidad lo ha decidido antes un compositor, pero eso me fastidia bastante el ejemplo, así que vamos a olvidarnos de él de momento). En la práctica creo que la mayoría de las organizaciones no están, ya no digo en el modelo NER de transparencia y participación absolutas, sino ni siquiera en este modelo que planteo. Esas organizaciones siguen el viejo modelo «ordeno y mando» donde el jefe (que puede ser o no líder) no solo genera el marco sino cada una de las instrucciones, dejando un margen mínimo al ¿equipo? para la toma de decisiones.